Un total de 274 millones de personas en todo el mundo necesitarán ayuda de emergencia y protección en 2022, lo que supone un aumento del 17 % con respecto al año anterior, según el Panorama global humanitario publicado por la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA), debido a los efectos entrelazados de la inestabilidad política y económica, los fenómenos meteorológicos extremos y el cambio climático, y la COVID-19 en las personas más vulnerables del mundo.
El aumento de la demanda de información práctica procedente de fuentes autorizadas llevó a la creación del Mecanismo de Coordinación de la OMM. Este proporciona a los organismos de las Naciones Unidas y a los agentes humanitarios nuevos servicios para optimizar la respuesta de emergencia a los fenómenos de efectos devastadores, especialmente en los países en desarrollo.
La comunidad de investigación se esfuerza por fortalecer la colaboración entre los servicios meteorológicos, el sector privado, el mundo académico y los usuarios para que las predicciones sean exactas, oportunas, accesibles y útiles.
El desafío que plantean el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos es demasiado grande para que un solo país pueda afrontarlo en solitario. Las alianzas tienen un papel fundamental.
La Alianza para una Acción Temprana que Tenga en Cuenta los Riesgos (REAP) reúne a una gran diversidad de partes interesadas de las comunidades climática, humanitaria y de desarrollo con el objetivo de lograr que mil millones de personas estén más seguras frente a los desastres de aquí a 2025. Para lograr ese objetivo, REAP ha establecido 4 metas que se centran en mejorar los sistemas de gestión integral de riesgos y en movilizar el compromiso y el apoyo necesarios para financiar y poner en marcha sistemas de alerta temprana y acción temprana eficaces y centrados en las personas.
La predicción que tiene en cuenta los impactos defendida por la comunidad meteorológica es una herramienta importante en ese sentido. Se trata de sustituir los enfoques reactivos desiguales impulsados por crisis por una acción anticipatoria más innovadora y previsora. Ello transforma la compleja información científica en conocimientos prácticos que permiten realizar intervenciones humanitarias que marcan una verdadera diferencia sobre el terreno.
Ejemplos de ello son la movilización de estaciones de refrigeración para una ola de calor, la distribución de kits de tratamiento del agua antes de una crecida, y la evacuación no solo de personas sino también de ganado y el refuerzo de los refugios antes de un ciclón tropical.
Otro concepto innovador es la financiación basada en previsiones, que utiliza las predicciones meteorológicas y el análisis de riesgos para activar la liberación de fondos antes de que se produzcan fenómenos meteorológicos extremos. El objetivo general es evitar que los peligros naturales se conviertan en desastres y reducir el sufrimiento humano.
La inteligencia artificial es cada vez más prometedora como enfoque tecnológico para ayudar a gestionar los riesgos de desastre, y responder a ellos. No obstante, todas las soluciones deben estar centradas en las personas.
La OMM y UNDRR han creado un Centro de Excelencia para la Resiliencia Frente al Clima y los Desastres. El centro reforzará nuestras actividades encaminadas a transformar la investigación y los conocimientos e instrumentos científicos en medidas que apoyen la mitigación del cambio climático y la adaptación a este, y a explicar a los gobiernos y a la sociedad civil cómo las condiciones meteorológicas extremas interactúan con otros factores de riesgo de desastre de modo que se amplifican los impactos de los desastres de formas nunca vistas.